domingo, 13 de enero de 2008

Fenómenos estéticos particulares



En la ciudad de El Alto, se incrementa el interés por parte de artistas, arquitectos, críticos, antropólogos, etc. A partir de que se comienza la construcción progresiva de iglesias en El Alto, éstas responden desde mi punto de vista más que a lenguajes, símbolos, códigos o críticas por expertos.

Vemos por ejemplo en una iglesia una fuga de formas, colores propios, estilos, en un lugar semejante a un retablo está la imagen de algún santo y a sus pies el E’keko (Dios de la abundancia), ch’allado y bendecido.

Los cuadros ya no reflejan el oscuro de pinturas de santos, o de Cristo crucificado, al contrario son paisajes propios donde se valora al hombre campesino, a la mujer indígena que en medio de las montañas y con la memoria del hombre tiwanacota e incaico, con báculos y recuerdos de tiempos pasados, se abre el cielo, por éste aparece Dios, que al mismo tiempo es el sol Inti de nuestra creencia.

Entramos a iglesias disfrazados de diablos, con máscaras y adornos paganos, de rodillas y con devoción a la virgen.

Salimos de la iglesia a festejar la compra de algo y ch’allamos a la Pachamama, con un vaso de cerveza, en la que un cura sale y bendice nuestros autos llenos de mixtura, y serpentina, rociados de alcohol, humos, incienso y cerveza, tenemos más fe en la Virgen de Copacabana que en una compañía aseguradora de automóviles.

Es que esa es la cultura que nos distingue como seres híbridos y sincréticos, capaces de mantener lo nuestro por más de 500 años, pero además de incluir paradigmas como el catolicismo, vivimos en un mundo actual de oferta y demanda, pero no hemos perdido la yapa, el trueque, el ayni.

Creamos nuevos territorios fronterizos, porque somos seres sin miedo, no tememos a las revoluciones, sacamos gobiernos que no respetan nuestros derechos, no tememos al futuro ni a los críticos que hablan de estética porque se llenan de arte y viven en museos o estudios; cuando el arte está en las calles, en la cotidianidad, se reconoce esa modernidad limpia y pura, pero también se debe reconocer esa modernidad popular, propia, con mayor valor estético y expresión sociocultural.

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